Internet
está inundado: La Madre Teresa, Ted Turner, Las Iglesias, Amado Carrillo,
Carlos Slim, las esposas de los primeros mandatarios, Cáritas, Lolita Ayala,
los teletones, el Fonca, Presidentes, Dictadores...han sido y son las estrellas
del momento.
Las
personalidades de primera plana en estos días son los filántropos, sean
princesas, religiosas, magnates de telecomunicaciones (extranjeros o
autóctonos) y hasta narcotraficantes.
La
caridad está de moda; noble preocuparse por los desheredados fruto de esta
Sociedad neoliberal primermundista de individualismos, competitiva y generadora
acelerada de pobreza material - la espiritual no le incumbe. La caridad,
antítesis social de este sistema económico, se convierte, en forma esquizoide,
en acto alabado. que no sería necesario en una sociedad justa, equitativa.
Caridad en lugar de justicia. Sociedad de despojo lícito para, posteriormente,
ejercer la caridad sobre aquellos previamente desposeídos.
Cualquier
dudoso currículum de prohombre empresarial - ya se trate de vendedor de armas,
energéticos, influencias, indulgencias o narcotráfico - se limpia de inmediato
con el ejercicio de actividades filantrópicas. Filantropía que todo lo
purifica. La caridad como válvula de escape para el mantenimiento del estatuquo.
El
humanismo deviene asistencialismo y su fruto, caridad. Ya no hay seres humanos;
solo consumidores; el que no consume no interesa. El dilema hamletiano del ser
o no ser, se transforma en el tener o no tener; “los que menos son”
(preocupación de filósofos subversivos), dejan su paso a “los que menos tienen”
como objeto dilecto de los afanes caritativos. De “los que mas necesitan” mejor
no nos ocupamos dado que la historia reciente del país nos demuestra que -
contra lo que pudiera creerse - éstos son generalmente “los que mas tienen”.
Y la
filantropía, según Pedro Miguel genera “la industria del lavado de conciencias”
y una teoría del asistencialismo auspiciada y administrada por organismos
cupulares de la mas diversa índole que toman la estafeta abandonada por los
gobiernos aspirantes a ser adelgazados organismos neoliberales, dado que para
estos no hay mas resultado social ideal que la estratificación en dos grupos,
el de winners y losers (ganadores y perdedores) en el mas puro estilo
estadounidense y la idea central de estos nuevos neo-liberales - hasta ayer
ogros filantrópicos - es que los pobres son un lastre para sus países: la idea
no es eliminar la pobreza sino a los pobres.
Como
contraparte, estos organismos - religiosos, empresariales y privados; operación
deducible de impuestos - comparten - según el propio Miguel - “la misión global
de consolar a los jodidos con oraciones, patas de pollo y máquinas de coser, a
cambio de que acepten que su condición no es una contingencia sino una
fatalidad. La caridad – subsidio, otorga carta de legitimidad a la inequidad
del sistema vigente en la jungla neoliberal.
Pero en
nuestros lares latinoamericanos, el panorama adopta perfiles un tanto
diferentes: la senda de los Gobiernos empeñados en la sublimación neoliberal
está sembrada de pobres (la mayoría de la población) de los que no puede
prescindir fácilmente (a menos de quedarse sin país). La caridad elevada a la
categoría de política de gobierno. Los pobres locales son indispensables,
imprescindibles podría decirse: dan razón de ser al Gobierno, ¿cómo actuaría un
Gobierno de un país tercermundista donde la ciudadanía gozara de buen nivel
económico y de independencia? La pobreza da sentido a los programas
gubernamentales menos cuestionados - ¿quién se opone a la caridad? - . En
esencia, no se trata de erradicar la pobreza (esto sonaría a teología de la
liberación) sino mas bien de administrarla. De que no desaparezca. El que deja
de ser pobre pierde interés para el sistema de caridad; el que puede ser
independiente se torna exigente y molesto: es en resumen, un competidor.
En los
países latinoamericanos de Sociedades inequitativas a perpetuidad, la limosna
siempre ha sido una forma de ejercicio del gasto presupuestal, desde los
Virreyes, pasando por candidatos a puestos de elección popular, mandatarios de
Gobiernos republicanos y dictadores de la mas diversa laya, que han sido
siempre abrumados por eternos peticionarios recurrentes de un amplio catálogo
de expectativas de limosna. La filantropía, el mecenazgo y el patrocinio
siempre han sido las formas de dar razón de ser a las cúpulas redentoras de
especies de existencia precaria, ya sean de pobres, étnicas, culturales,
artísticas o de cualquier otro género.
¿Qué
vamos a hacer con los pobres?: pregunta insistentemente reiterada por el
Nigromante, Julieta Campos, intelectuales y funcionarios de Gobierno. Nada, les
contestaríamos; simplemente administrarlos, para que no se tornen
independientes e iracundos. Crear un neoliberalismo a la latinoamericana en el
que los Gobiernos demuestren su eficiencia y competitividad en eso: en el
fomentar la riqueza de unos pocos y en el administrar la pobreza generalizada,
necesaria y ajena. En resumen, la caridad elevada a paradigma cultural y, por
supuesto, a programa de gobierno.
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