jueves, 30 de septiembre de 2010

SdeH 33 UNIVERSIDADES PÚBLICAS GOBIERNOS NEOLIBERALES


Independientemente de la conflictiva local actual en torno al presupuesto de la Universidad, a lo largo de las últimas 3 décadas, la mera existencia de la Universidades públicas ha sido una piedra en el zapato de los gobiernos nacionales – y no pocos estatales. Ojos y oídos gubernamentales, ciegos-sordos a los logros de éstas en los más diversos campos de la ciencia y la tecnología. Actitud gubernamental que es secundada – o tal vez, comandada, por los dueños del capital – que, por el contrario – celebran y publicitan hasta el más pequeño logro de la mayor parte – hay sus excepciones – de sus instituciones de educación privada. Divergencias entre lo investigado en universidades públicas y las instancias neoliberales que se extienden a campos tan diversos como la ecología, los transgénicos, la bioética, medicamentos, el software libre, por citar solo algunos. Los avances y sus subsecuentes patentes registradas por las universidades públicas son desdeñados en su posible inserción al aparato productivo nacional. Se trata, en última instancia, de la negación del papel relevante de la Universidad Pública y del enfrentamiento de dos concepciones antagónicas del modelo de país.

Para entender tal situación, debemos de remitirnos a tres décadas atrás. Los enfrentamientos entre universidades públicas mexicanas y gobiernos neoliberales – gobiernos de hombres de negocios - parten específicamente del Consenso de Washington que cristaliza en 1990; desde que el mundo es concebido por los poderes fácticos como el escenario en el que todo se convierte en mercancía gestándose la concepción de la llamada “sociedad de consumo”. Ya no existen los ciudadanos, sólo consumidores. Según Carlos Mota (Milenio Diario 6/3/08) – adlátere de lo neoliberal, “todos venimos a hacer negocio”. Esta opinión ha generado debate – que trataremos en una próxima colaboración. Con ella, el concepto de “Universidad” (aquélla de la institución a la que nada le es ajeno), pierde vigencia. El gobierno - como prestador de servicios públicos de acceso colectivo y gratuito – se repliega buscando transferir a los entes de mercado estas atribuciones. La educación se convierte en “negocio”; sólo podrán consumir “educación” aquellos que puedan pagarla y esta se reorienta hacia la formación de cuadros de mano de obra para las empresas, carentes – a propósito - de una formación que los vincule con el entorno social, cultural y ecológico del que – ineludiblemente – forman parte y los directivos de estas instituciones privadas lo manifiestan sin empacho: adiós a toda formación de índole humanística: todos somos, lisa y llanamente “consumidores” que para cumplir con ese rol, debemos de vender nuestra fuerza de trabajo y consumir en una especie de círculo perverso, espiral sin fin. Esta concepción de la realidad necesariamente despolitiza; torna la realidad social en una especie de carrera de ratas, relevando a las instancias gubernamentales de toda responsabilidad en cuanto al entorno laboral y social. Los individuos culpan a sí mismos de el no poder medrar, “hacer negocio” diría Carlos Mota, no poder venderse. En consecuencia, para el poder público, las universidades públicas ahora deben de ser concebidas como un simple mecanismo mínimo para postergar la fecha de demanda de los jóvenes al mercado de trabajo. Se trata de mantenerlas en un estado próximo a la inanición, a las que pueda achacárseles su ineficiencia en la preparación de elementos productivos – no hablemos para nada de la situación prevaleciente entre los egresados de las instituciones privadas – cuando el estado actual del empleo es resultado de la incapacidad del Gobierno mexicano para crear un entorno favorable al desarrollo nacional; que privilegia el que seamos un país maquilador, inequitativo y que obliga a los egresados de nuestras universidades públicas a migrar al exterior donde, por cierto, generalmente, se desempeñan con éxito. Y esta embestida en contra de la Universidad pública – y de todo aquello con lo que está vinculada, el papel rector de los gobiernos en la economía, acceso público gratuito a bienes y servicios – se está dando a escala planetaria: como ejemplo, véase en el ámbito educativo, en la UE, el Plan Bolonia , en este enlace se incluyen ampliamente posturas en pro y en contra del citado instrumento. No nos extrañemos que las secuelas de tal Plan lleguen pronto al debate educativo en nuestro país.

Concluyamos con que el tema – más allá de pugnas presupuestales – es de la mayor trascendencia; en él, nos estamos jugando el futuro del país.

Para “Señales de Humo” Emilio Vega Martín.

Enlace nuevo (07/04/2011): Estrategia 2015: el capitalismo salvaje destruirá los últimos cimientos de la Universidad pública

miércoles, 8 de septiembre de 2010

A propósito de las inundaciones en Tabasco y otros lares.

Este texto podría tener plena actualidad todos los años en época de lluvias. Independientemente de lo anormal del régimen de lluvias de este año, lo siguiente contribuye en alto grado al estado actual de caos prevaleciente:
Recomendaciones para lograr, de seguro, inundaciones:
  1. Tale usted las tierras aguas arriba.
  2. Despoje usted el suelo de su capa vegetal.
  3. Deje que presas y canales se azolven y con ello pierdan su capacidad: no los drague: el dragado no se ve. Mejor levante usted las cortinas de las presas y los muros de los canales: esos si se ven como obra pública.
  4. Cuando ejecute usted obras de infraestructura, no se preocupe si altera con ellas la hidráulica natural; no se preocupe si sus alcantarillas son exiguas; éstas – las alcantarillas – son costosas y la mayor parte del tiempo se ven sin uso: ¿para qué invertir en ellas: no son motivo de inauguraciones.
  5. Si con las acciones anteriores se le generan áreas inundables, aprovéchelas: inicie proyectos de viviendas tipo palafito, desarrolle cultivos como el arroz – que requieren mucha agua; o bien genere parcelas para la cría de insectos transmisores de malaria, paludismo y otras enfermedades que posteriormente puedan ser vendidos a los laboratorios farmacéuticos.
  6. Tampoco se preocupe si con sus obras altera la ecología del lugar: la flora y la fauna existentes sabrán – en su infinita sabiduría – crear nuevas formas de acomodo.
  7. Hágase de la vista gorda cuando se invadan los derechos de vía de los cauces federales: no se meta en broncas ni se ocurra advertir a los invasores de los peligros que corren. Menos aun se le ocurra consignar las áreas de riesgo en los planes de desarrollo urbano; de preferencia, ocúltelas. Confíe en la clemencia divina para que los desastres no acontezcan.
  8. No impida que los promotores inmobiliarios aprovechen las áreas degradadas por su uso como bancos de préstamo y ladrilleras para los desarrollos inmobiliarios y después, aprovéchelas para edificar en ellas, vivienda de interés social. Si estas áreas se inundan no es problema suyo.
  9. Favorezca el desarrollo urbano: pavimente todo lo que pueda, impidiendo con ello la absorción del agua de lluvia; que ésta corra libremente por calles y avenidas. No se le ocurra proponer sistemas separados para aguas negras y grises y pluviales: son muy caros. Nada de pozos de absorción: son una traba para el desarrollo urbano.
  10. No aproveche la experiencia de los técnicos en materia hidráulica que encuentre en la dependencia cuando usted asuma el cargo: córralos, dado que usted necesita esas plazas para sus cuates. Olvídese de prestar atención a los registros históricos en materia hidráulica. La hidráulica comienza con usted al cargo de la dependencia.

Después de seguir estas reglas, casi de seguro logrará la inundación que espera.

Sobre todo, no ande implementando programas de prevención de riesgos ni Atlas del mismo asunto. Siguiendo este sistema, podrá generar nuevas causas para que la solidaridad, la caridad y la industria de la filantropía nacional tomen nuevos alientos y con ello, se laven conciencias - y de paso, se acarreen votantes agradecidos. Pues, ¿qué sería de la loable labor de nuestros políticos si no existieran menesterosos que las alentaran? Piensen: los pobres son verdaderamente imprescindibles para la supervivencia del modelo de desarrollo nacional.