Usualmente
asociamos las motivaciones de las multitudes con motores primarios del ser humano: el temor,
los impulsos sexuales, el afán de lucro o el consumo. En ningún momento
vinculamos los comportamientos de las masas con la inteligencia. Evocar
“Multitudes humanas” nos conduce a asociarlas con Goebbels,
propaganda, manipulación, etc. Sin embargo, este concepto se desdibuja
cuando nos aproximamos a lo que se ha dado en denominar la “Web 2.0”, conocida por diversos
especialistas como el ámbito de las “multitudes
inteligentes”. Denominamos como web 2.0, aquella forma de la Internet que
permite la interacción de ésta con los cibernautas a través de conexiones con
páginas y entre estos. La web 1.0 solo admitía la existencia de software
propietarios y conexiones de e-mail, si bien existían los llamados usenet,
donde confluían cibernautas intercambiando informaciones y opiniones sobre
temas de interés común. En ese momento, escasas aplicaciones ofrecían
espacios abiertos de acceso, escritura y producción de contenidos de valor
añadido en forma gratuita. La base de participación de los anteriores productos
era muy limitada: correos del staff, formularios de contacto y poco más.
En el reino de los software propietarios, los usuarios éramos
relevantes sólo como consumidores. Es a partir de los años 2000, que van
cristalizando los frutos de una Internet interactiva, que sirve para crear
estructuras sociales multitudinarias que gestan importantes capitales
culturales de libre aportación y uso: el software libre, la aparición de otras
formas de propiedad – los creative commons – los
blogs, formas de comunicación como las que gestan los “mobs” en sus modalidades “flashmobs”
y “smartmobs”, el P2P de
Napster, la Wikipedia, Facebook, Linkedin, Twitter,etc. Y derivados de ella,
los BTL (below the line)
en la publicidad y la propaganda. En la web 2.0, nos encontramos como
multitudes “inteligentes” contribuyen a crear un “capital social” (un bien
colectivo generado por el concurso colectivo como la Wikipedia)
La Web 2.0
ha venido a influir decisivamente en las campañas políticas y en la formación y
fermento de grupos sociales activos involucrados en tareas de la más diversa
índole: los encontramos en movimientos revolucionarios, en causas ecologistas,
etc.
Lo
anterior nos lleva a poner en duda la idea implícita en la llamada sociedad de
consumo; a saber, que somos seres individuales, en eterna pugna con nuestros
congéneres, carentes, por ende, de solidaridad. El espíritu que anima la web2
apuesta precisamente a lo contrario: la solidaridad, la gratuidad, el
compartir. Se acerca, en su esencia, al mejor espíritu del anarquismo. Debo
decirles que a mi juicio, pocos conceptos han sido tan satanizados y
desvirtuados como el de anarquismo. Se ha querido circunscribirlo a una mera
postura política de negativismo ante cualquier forma de gobierno. Sin pretender
extendernos en el punto, podemos partir de lo expuesto por Kropotkin – su
principal teórico – en el sentido de que los seres humanos – como muchas especies
de animales – tenemos una tendencia natural a la cooperación, para actuar en
grupo, sin que para ello sea necesaria alguna forma de gobierno fuera de los
acuerdos que se generen en ese actuar. En ese sentido, la forma más frecuente
de organización humana lo constituyen las cooperativas en sus diversas formas,
de producción, de consumo, etc. Es evidente que tal sistema es denostado tanto
por el capitalismo como por el socialismo en su faceta autoritaria, que tienden
a refugiarse en una especie de darwinismo chafa, de eslóganes como la
supervivencia del más apto como base de la evolución natural y por ende, del
egoísmo, la propiedad y una serie interminable de zarandajas.
Volviendo
a nuestro tema y en relación con lo anterior, encontramos que todo lo que se
está gestando al amparo de la Web2, está impregnado del espíritu anarquista.
Otro tanto acontece con los movimientos ciudadanos, que no presentan
estructuras jerárquicas ni se acogen a esquemas preestablecidos. Tienen
capacidad organizativa elusiva, instantánea, sin cabezas visibles, que no
pueden ser coptadas por los mecanismos
de control tradicionales del Establishment. En resumen, verdaderos dolores de
cabeza para los sistemas obsesionados por el control de los ciudadano. Digamos,
para concluir, que si existen multitudes inteligentes, pero anarquistas. Tal
vez por eso son inteligentes.
Hasta
la próxima, amigos-
Para “Señales
de Humo”, Emilio Vega Martín.
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