Y relata la Calaca: Llego en forma anticipada, a Guanatos, al Valle de Atemajac. Curiosa por el mitote; ya casi nadie me pela/ no alcanzo ni pa´ la esquela. Ahora que todos son, lugares de Park and Ride, de carriles especiales, de muñecos de peluche, Huichi, Gavo y un tal Leo, por los chinos fabricados, frutos, de codicia empresarial. Boletos que son vendidos – fuera de las taquillas, por parientes, por taxistas, por toda clase de fauna, vendedora y vocinglera; de los cotos de poder, que del deporte así medran; de agandalle proverbial.
Le pregunto a un viandante: ¿Calaca? ¿Día de Muertos? Me responde: No, mi estimada Sra. Por ahora, de correr es que se trata; de saltar, de brincar, de jugar con la pelota, de nadar, de perseguir Santo Grial de Medallas. Reflexiono: y sin pedirme permiso, sin respeto al copyright, ahora de mí misma encuentro, una imagen bien extraña: que lanzando jabalina, que montando bicicleta, con las pesas, con el arco, frívola, light y banal: convertida en comercial, del negocio, de las marcas deportivas, de esas de las más vendidas. Cómplice ingenua me encuentro, de esta euforia secular.
¿Donde están, todos los bellos colores, naranjas, violetas, verdes, blancos y rojos, que mis altares, en estas fechas, los mortales, profusamente engalanan? ¿De mis flores, de mis dulces? La ciudad está muy cambiada. Llena está de dibujitos; de colores a lo sonso, apastelados, chafa, de fiesta cursi, de evento de quinceañera. Solo tres cosas la salvan; los graffitis de los chavos; el desfile de carrozas y una que otra catrina, para mi ego halagar.
Y al contrario, los chicos, de las Señales de Humo, tercos, rete marginados, auto exiliados, de esa fiebre, deportiva y temporal, siguen duros en lo suyo, la cultura eterna, de esa, cotidiana, real. Esa que se burla de cifras, de boletos, que acoge a Marta Pacheco y a esa finitud humana, que otros quieren ocultar.
Pa acabarla de amolar, pa las Señales de Humo, este ha sido un año loco/ Ya no sé ni donde andan/ ya me los cambian de piso/ que del 12 al 6, de retache, nuevamente al doce/ me los mandan pa´ sus casas/ reguero de canchanchanes/ conectados/ cada chango a su mecate, electrónicos enlaces. Teletrabajo le llaman/ y otra vez que me los juntan/ y los vuelven a enviar, directo al ciberespacio. Ahora que son solo, entes vigentes, en una forma virtual, no los puedo pepenar. No veo, en este mundo real, ninguna Señal de Humo, que a ellos me pueda llevar. ¿Dónde están, el Alfredo, la Cecilia, el Tupac, el David? ¿Cómo sé que no son víctimas del phishing, suplantados, aquejados de malware? Una cuestión principal: ¿Dónde está el ciberespacio? ¿Alguien me puede indicar? Siendo espacio, se encuentra en algún lugar. Ni hablar, me tengo que actualizar; tornarme polifacética, cibernética volverme: que no pretendan, con artilugios, de mi mandato esconderse; que no pretendan, con el podcast, mis sentidos engañar. ¿Qué, poner mensaje en Facebook? ¿De algo me servirá? Yo creo que de seguro, pronto me irían a vetar.
Bueno, con clemencia, les concedo un año más; que en este mundo real, volveré cibernética, munida de muchos gadgets, firewall, con buscadores que detecten, los escondrijos, donde ahora se me ocultan, para retrotraerlos, a este mundo, de carne y hueso, que es donde deben estar.
Ahí nos vemos: parto rauda, no se vayan a escapar, funcionarios y demás, runfla que les acompaña, que muy orondos, se cuelgan unas medallas, premios, de disciplina y de esfuerzo, frutos del sudor ajeno. Pronto los alcanzaré; de mis resultados, les mandaré de mi cuenta, a ustedes, por lo pronto, un breve e-mail.
Para “Señales de Humo”.
Emilio Vega Martín.
No hay comentarios:
Publicar un comentario