Hace algunas semanas, el Dr. Alfonso Islas, trajo a colación la noticia de que la humanidad ha alcanzado los 7000 millones.
En esta cultura dominante, adicta a mensurar todo en cifras, con el libro de records Guinness como nueva crónica de todos los sucesos más relevantes que acontecen en el planeta, aunque frecuentemente ese aparente paradigma de “que más es mejor”, más que alegrarnos, tiende a causarnos pavor. Claro está que el aumento de personas puede causar placer a un comerciante, como posible aumento de consumidores. Pero nos causaría inquietud si ello implicara presión sobre un recurso finito. Y esto es precisamente lo que acontece cuando pensamos en el reparto de los recursos de todo tipo. Los medios de difusión masiva, tienden a presentarnos a la población mundial como si su totalidad, tuviera acceso al nivel de vida de las clases acomodadas que colma sus imágenes. Lo anterior nos lleva a dos cuestiones centrales: la primera es que porcentajes de la población mundial tiene acceso a ese nivel de vida y la segunda, si el planeta tiene los recursos para sostenerlo. El análisis de la primera nos lleva a concluir que los satisfactores de vida tienen una distribución bastante desigual:
En un estudio ya clásico, David Smith, con datos del 2002, con una población mundial estimada en 6,200 millones, agrupa la población total en forma de una aldea en la que habitan 100 habitantes. Su resultado – anexamos en nuestro blog el enlace a este documento – resulta verdaderamente ilustrativo. La conclusión evidente – los datos del 2002 cabe esperar que no hayan variado grandemente - es que los satisfactores de vida están inicuamente distribuidos. Mundo injusto e insolidario.
Citando al propio Smith: “Si tenemos comida en la nevera, ropa en el armario, un techo sobre nuestra cabeza y un lugar donde dormir somos más ricos que el 75 % de la población mundial.
Si guardamos dinero en el Banco, en nuestra cartera o tenemos algunas monedas en el cajón, ya somos más ricos que el 80 % de la población.” ¿Qué les parece?
Aún en esas condiciones de iniquidad, cabe preguntarse si el planeta puede soportar la carga de estos 7000 millones de habitantes humanos – de nosotros, “plaga de éxito efímero” como nos califica el profesor Scorer en su libro “El idiota espabilado”. Para mayor detalle, sobre los antecedentes sobre el tema, los invito a revisar nuestro texto: “Notas sobre Ecología”, y resulta esclarecedor e ilustrativo un texto titulado ¿Quién cabe en el Mundo?” del profesor Carlos Fernández Liria de la Universidad Complutense de Madrid. El profesor utiliza una gráfica elaborada por Mathis Wackernagel, investigador del Global Footprint Network (California). La gráfica se elaboró utilizando el Índice de Desarrollo Humano (IDH), elaborado por Naciones Unidas para medir las condiciones de vida de los ciudadanos tomando como indicadores la esperanza de vida al nacer, el nivel educativo y el PIB per cápita. Wackernagel y su equipo hicieron los cálculos para 93 países entre 1975 y 2003. Sus resultados son inquietantes: si se generalizara el IDH de los Estados Unidos, se requerirían 6 planetas; el de Europa Occidental, 5 planetas. Tal vez el resultado más sorprendente, es el de Cuba: con un nivel razonable de IDH, es el único país que, de generalizarse su nivel, permitiría mantener una capacidad de carga sustentable con un solo planeta.
El análisis del profesor Liria es de antología; no oculta su simpatía por el modelo cubano. Citémoslo textualmente: “La cosa, por supuesto, da mucho que pensar. Para empezar porque es fácil advertir que la mayor parte de los balseros cubanos huyeron y huyen del país buscando ese otro nivel de consumo que no puede ser generalizado sin destruir el planeta, es decir, reivindicando su derecho a ser tan globalmente irresponsables, criminales y suicidas como lo somos los consumidores estadounidenses o europeos. Tendríamos muy poca vergüenza, desde luego, si condenásemos la pretensión de los demás de imitar el modo como devoramos impunemente el planeta. Pero se reconocerá que la imagen mediática del asunto cambia de forma radical: de lo que realmente huyen es del consumo responsable en busca del Paraíso del consumo suicida y, por intereses estratégicos de acoso a Cuba, se les recibe como héroes de la Libertad en vez de cerrarles las puertas como se hace con quienes huyen de la miseria, por ejemplo, de Burundi (a quienes se trata como una plaga de la que hay que protegerse)”: hasta aquí el profesor Liria. Independientemente de nuestra postura respecto al modelo cubano, la cuestión da que pensar y creemos que no es tan simple como el citado profesor lo plantea: la penuria que experimenta el pueblo cubano, sobre todo en materia alimenticia, gestada por un sistema político marcadamente autoritario, no parecen ser un modelo a seguir.
Un modelo sustentable, que podemos calificar de “pobreza material generalizada”, ha sido anticipado como solución, desde hace 2 décadas por Schumacher y por Scorer que lo califica como de “la pobreza elegante” que significaría una verdadera revolución de una profundidad nunca vista en el género humano; eso, si queremos que el género humano perviva sobre la tierra. Pensar en ello bien vale la pena.
Para “Señales de Humo”. Emilio Vega Martín.
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