miércoles, 14 de marzo de 2012

SdeH 63 LA NUEVA ESPAÑA EN EL VIEJO CONTINENTE. Primera parte.

Hace apenas una década, los tapatíos teníamos una visión optimista de la  realidad española; España albergaba una economía boyante, sustentada particularmente por los sectores de la construcción y el turismo: se estaba dando – como lo señala David Harvey – una tendencia de los capitales a abandonar la inversión en la producción para ubicarse – por ser más rentable - en lo inmobiliario: se llega a la idea de construir “no importa qué” y España se sitúa como territorio fértil para esta nueva tendencia: se emprende la construcción de 41 aeropuertos, marinas para 1500 yates, porque, para este momento, España se ha convertido en un lugar preferido de veraneo para los habitantes de latitudes nórdicas. Se construyen en un año, más viviendas que las que se edifican en ese mismo lapso en Francia, Italia y Alemania juntas. Se eliminan los controles de tipo ecológico en todo el territorio para liberar de obstáculos a la urbanización rampante. No importa el signo ideológico del gobierno en turno. Se modifica la Ley de Costas, para “poner en valor” el litoral. Como señalan algunos economistas, tal parece que es el capital el que rige, dejando a los gobiernos el trabajo sucio, en materia laboral y territorial. Se gesta lo que se llamó “la economía del ladrillo”: la mano de obra española abandona los sectores tradicionales de la economía – que vienen a utilizar ahora mano de obra migrante - para situarse en el de la construcción, que ofrece salarios 2 o 3 veces superiores al promedio; los jóvenes abandonan sus estudios con el mismo propósito. Son en particular jóvenes – independientemente de su nivel de preparación - los acogidos en este nuevo “boom” económico, el “Spanish Way of Life”; que se embarcan en la nueva cultura del consumo: vivienda propia, automóvil, vacaciones a los 4 confines del mundo. En un escenario similar al que se daba en los EEUU, el uso excesivo del crédito, la aparición de problemas hipotecarios, la especulación financiera sin que se den incrementos salariales, coloca a buena parte de la sociedad en condición de insolvencia. El crash estadounidense de 2008, contagia la economía española: las inversiones se retraen, generando desempleo, y estos capitales, por esencia golondrinos, migran hacia otras latitudes. Resultado: más de 4 millones de viviendas vacías o en construcción; numerosos inmuebles e infraestructuras inútiles, vacías e inoperantes. Hipotecas y créditos impagos.  
Y un amplio sector de la población española que no se vió beneficiado directamente por el “boom” del ladrillo, tiene que pagar los platos rotos: las autoridades financieras de la Unión Europea – rehenes de los grandes bancos, independientemente de su sesgo ideológico – definen que el sanear economías nacionales pase por medidas lesivas a la población: relajación de la Ley Laboral y de los despidos, reducción de las pensiones, baja del salario mínimo, reducción de gastos en sanidad y educación pública: privatización a rajatabla de todos los bienes públicos; en resumen, la demolición del “Estado de Bienestar”. España pasa a formar parte de los PIIGS, (Portugal, Irlanda, Italia, Grecia y España) los vagos del sur – ante los ojos de Alemania y Francia – poco afectos al trabajo.  
El trabajo de los egresados universitarios españoles se precariza. El desempleo y los ceses cunden; un 37% de los desempleados son poseedores de un grado académico con más de un idioma; si hace cosa de 2 años era frecuente que a lo que más podían aspirar era a ser mileuristas – es decir, ganar unos mil euros al mes – ahora si bien les va, deben de contentarse con ser nimileuristas: 400 a 800 euros. Su futuro empieza a situarse en el migrar al extranjero, aunque solo los especializados en ingenierías parecen tener cabida fácil en otros países desarrollados, siempre y cuando dominen el idioma inglés.
Por último, simultáneamente, en materia educativa se está dando un fenómeno sorprendente: las universidades españolas están recibiendo un número creciente de estudiantes chinos. Se calcula que ya son unos 5500 los que han llegado a las universidades españolas, que optan preferentemente por las carreras de economía y administrativas: se caracterizan por su ética de trabajo y alta capacidad: señala un estudiante español que si un profesor deja como tarea un trabajo para la semana próxima, los estudiantes chinos lo concluyen para entrega para el día siguiente. Estos estudiantes chinos eligen universidades españolas porque el monto de sus colegiaturas es marcadamente inferior a los de las inglesas o norteamericanas. Señalan que sus objetivos profesionales son los de prepararse para gestar sus propias empresas.
Valdría la pena ir tomando nota.
Continuaremos con este cambiante y confuso panorama.
Hasta la próxima, amigos.
Para “Señales de Humo”, Emilio Vega Martín.     

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