SdeH 67 Para contribuir a nuestra confusión electoral.
Buscando términos para describir la sensación que me deja la reciente campaña política y sus aparentes resultados entre los inermes electores, me siento cual damnificado después de haber sido vapuleado inmisericordemente por un alud de sandeces que no han aportado ni un ápice de sentido común a mi, de por si, confundida noción de lo que, comúnmente entendemos como política mexicana. Por fortuna, para mañana, concluirá esta lluvia de chatarra visual y auditiva. Para el elector común y corriente, es obvio que semejantes twits – los denomino así porque su extensión es similar, no creo que vayan a modificar en algo su postura. Tengo un amigo escéptico y cínico – se declara él – que sostiene que los partidos y campañas políticas mexicanos no pasan de ser la actividad productiva de la cual medra la casta política. Sostiene que todos los partidos son iguales; obsérvese si no el monolítico acuerdo con que defienden sus dietas, prebendas y canonjías. Si atendemos a los aspectos económicos de nuestra política, nos topamos con que es la actividad nacional que manifiesta mayor ritmo de crecimiento económico, generación de empleo y mejores remuneraciones. Ya lo manifestaba Garizurieta que “vivir fuera del presupuesto es vivir en el error”.
En resumen, nuestra democracia resulta espantosamente cara. En
ningún momento se menciona, el monto de las dietas que devengarán los políticos
triunfadores; también parece ser que estarán exentos de presentar declaraciones
ante Hacienda. Este no estar obligados al mismo trámite, se hace extensivo a
los partidos políticos.
Son ejemplares de los que no puede uno fiarse; como uno que
expresó: “El poder no me interesa. Después de la victoria quiero regresar
a mi pueblo y continuar mi carrera como abogado”. ¿Cómo ven? Lo dijo, nada
menos que Fidel Castro en 1957. Y lo mismo acontece con Mariano Rajoy en
España, que hace lo contrario de sus supuestos compromisos de campaña.
Otro problema es que ya entronizados en el poder, no tenemos
mecanismos adecuados para removerlos por una mala gestión; vean el contraste
entre la apasionada búsqueda de nuestro voto y el desdén con que posteriormente
nos tratan. Lo ideal sería que pudiéramos desplazarlos, siguiendo la sabiduría
implícita en ese adagio italiano: “Los políticos son como los
pañales; deben de ser cambiados frecuentemente y por la misma razón”. Ni
ellos mismos lo han podido aplicar prontamente: vean el caso de Berlusconi.
Lo que sí parece esencial es ya dejarnos de buscar un
Mesías; tenemos que adoptar otra actitud siguiendo la idea de que “la política
es un asunto demasiado serio para dejarlo en manos de los políticos”. Nuestros
partidos, han renunciado a ideologías, sustituyéndolas por un pragmatismo
ramplón.
A no ser que nos toque un presidente como JOSÉ MÚJICA, Presidente
de Uruguay: Vive con solo 1.250 dólares al mes y quiere que se elimine la
pensión de jubilación presidencial. Su perra no tiene ningún pedigrí y su coche
es un modesto escarabajo Volkswagen. Cultiva flores y las vende, como toda la
vida.
Para nuestros políticos, Mújica es un personaje peligroso: predica
con el ejemplo. Personaje que sería insultante para el finado Carlos Hank
González, autor de la frase: “Político pobre, pobre político”.
Necesitamos mandar a nuestra casta política a tomar clases con el
maestro Mújica, - uno de los principales dirigentes de los guerrilleros
tupamaros - a ver si le sirve de algo.
Hasta la próxima, amigos.
Para “Señales de Humo”
Emilio Vega Martín.
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