jueves, 29 de noviembre de 2012

SdeH 76 El Buen fin… del Consumo permanente.

En estos días, se nos ha atosigado con un programa de promoción de ventas denominado “el buen fin”. Programa pueril – que me perdonen los niños – que tiene, como fin oculto, con nuestra inocente complicidad, el resolver la saturación creciente de inventarios que afrontan las transnacionales resultado de la aminoración del ritmo del crecimiento económico. Entonces, el consumo es – para los economistas neoliberales – la solución a la atonía económica reinante. En síntesis, un llamado a seguir explotando el insaciable afán de consumo, que según ellos, late en el interior de todos nosotros.
Resulta lamentable que el Gobierno auspicie el denominado programa del “Buen Fin” simultáneamente a la instauración de la llamada “Reforma Laboral” que busca convertir el trabajo asalariado en una réplica del capitalismo industrial del siglo XIX. Abaratamiento de la mano de obra; desaparición de prestaciones; contratación por empresas externas (outsourcing) que releva a la empresa de obligaciones patronales. A la vez que mantiene intocado el sistema mafioso sindical.
Pero lo central, es que nos mantengamos dentro del clima de la sociedad de consumo; que pasemos por alto de dónde obtengamos los recursos necesarios para mantener nuestro afán como consumidores.
Lo especial en todo esto es que el incremento de consumo no parece llevarnos a soluciones social ni ecológicamente sustentables. Sano al respecto es plantearse las conclusiones a que llegan diversos estudios respecto a las limitaciones del crecimiento planetario.
Lo llamativo es que nosotros – los mayores de 40 años – fuimos educados – al parecer - bajo otras reglas respecto al consumo; para visualizarlas, no hay como remitirnos a un texto de Eduardo Galeano, titulado: “Para mayores de 40”. Creo que tuvimos la fortuna – o la desgracia, no sabemos – de no haber sido amamantados por los sofisticados mecanismos de medios y publicidad que corren en estos tiempos. Tuvimos – por decirlo así – una educación rupestre en la materia, que ahora nos hace ver como anticuados, demodés, outsiders.
Dice Eduardo Galeano respecto al nivel de consumo actual: “Lo que me pasa es que no consigo andar por el mundo tirando cosas y cambiándolas por el modelo siguiente sólo porque a alguien se le ocurre agregarle una función o achicarlo un poco”.
Y respecto a lo desechable de los objetos: ¡Se entregaron inescrupulosamente a los desechables! Si, ya lo sé. A nuestra generación siempre le costó tirar. ¡Ni los desechos nos resultaron muy desechables! Y así anduvimos por las calles guardando los mocos en el pañuelo de tela del bolsillo.
¡¡¡Nooo!!! Yo no digo que eso era mejor. Lo que digo es que en algún momento me distraje, me caí del mundo y ahora no sé por dónde se entra. Lo más probable es que lo de ahora esté bien, eso no lo discuto. Lo que pasa es que no consigo cambiar el equipo de música una vez por año, el celular cada tres meses o el monitor de la computadora todas las Navidades.
¡Es que vengo de un tiempo en el que las cosas se compraban para toda la vida!
¡Es más!
¡Se compraban para la vida de los que venían después!
La gente heredaba relojes de pared, juegos de copas, vajillas y hasta palanganas de loza.
¡¡Nos están fastidiando! ! ¡¡Yo los descubrí!! ¡¡Lo hacen adrede!! Todo se rompe, se gasta, se oxida, se quiebra o se consume al poco tiempo para que tengamos que cambiarlo. Nada se repara. Lo obsoleto es de fábrica.
Todo se tira, todo se desecha y, mientras tanto, producimos más y más y más basura.
El otro día leí que se produjo más basura en los últimos 40 años que en toda la historia de la humanidad.
De 'por ahí' vengo yo. Y no es que haya sido mejor. Es que no es fácil para un pobre tipo al que lo educaron con el 'guarde y guarde que alguna vez puede servir para algo', pasarse al 'compre y tire que ya se viene el modelo nuevo'.
Mi cabeza no resiste tanto.
Ahora mis parientes y los hijos de mis amigos no sólo cambian de celular una vez por semana, sino que, además, cambian el número, la dirección electrónica y hasta la dirección real Hasta aquí con el texto de Galeano, que recomendamos ampliamente.
Yo, acorde con Galeano, tengo un hornito eléctrico comprado hace 25 años, que con pequeñas reparaciones efectuadas en un changarro de Santa Tere, se mantiene apto. Los que efectúan tales reparaciones, me recomiendan que por ningún concepto vaya a reemplazarlo por uno actual porque esos sí son verdaderamente desechables.
Concebirnos exclusivamente como una sociedad centrada en el consumo es notoriamente irracional. No tenemos más opción que el consumo frugal y responsable, resultante de una sociedad igualitaria y democrática. Pugnemos por el buen fin de la sociedad de consumo.
Hasta la próxima, amigos.
Para “Señales de Humo”
Emilio Vega Martín.



Enlaces recomendados:
http://juanserrateo.blogspot.es/

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